lunes, 23 de marzo de 2015

Transformación de células tumorales a células sanas en hueso


Por: María Guadalupe Velarde Aguilar y Gilda Y. Andrade Michel


Imagina a una persona que de pronto se da cuenta de que tiene un abultamiento en su mandíbula, que cada vez se hace más grande y tiene mayor dificultad para realizar sus actividades normales. 

Cuando llega al médico le hace algunos análisis y resulta que el diagnóstico es un tumor mandibular, causado por una muela que no logró salir a la superficie, sino que se quedó “atrapada”, y por alguna razón aparecieron células tumorales que comenzaron a multiplicarse incontroladamente, y poco a poco fueron reemplazando el hueso de su mandíbula, es decir que el tumor provocó osteólisis.

Cuando le pregunta al médico ¿Cuál es el tratamiento?, él le dirá que hay que hacer una cirugía para remover el tumor, y para solucionar la pérdida de hueso, tendrán que colocarle un implante de metal con un pedacito de hueso de su cadera, al cual se le atornillarán dientes para que su mandíbula funcione lo más normal posible.

A partir de esa cirugía tendrá que asistir a muchas revisiones constantes, en las que le harán curaciones para evitar infecciones, existe la posibilidad que su cuerpo rechace el implante, y en la mayoría de los casos la forma natural de la mandíbula no podrá reestablecerse, por lo que el rostro presentará cierto grado de deformidad.

Pero afortunadamente, gracias a las investigaciones realizadas por científicos de la Universidad de Colima, este tratamiento convencional es cosa del pasado, ahora con una simple inyección de una mezcla de sustancias inocuas (inofensivas), que se utilizan de manera cotidiana en la práctica médica, el tumor desaparece y los huecos de la mandíbula se rellenan con hueso nuevo, evitándose así la cirugía tan invasiva, cara y dolorosa.



Esta innovadora investigación la encabeza el Dr. José Jesús Lara Chávez del Instituto de Investigaciones Biomédicas (CUIB) de la Universidad de Colima, quien ha trabajado en este proyecto durante cuatro años, y los frutos de su trabajo se ven reflejados puesto que hoy en día existen más de 40 casos curados a lo largo de todo el país.

La idea del Dr. Lara forma parte de la llamada medicina regenerativa, la cual tiene como finalidad utilizar los componentes propios de cada tejido para restaurar el tejido dañado o enfermo, y así restablecer una función normal.

En el caso particular del tratamiento de estos tumores mandibulares, nos comenta el Dr. Lara que existen dos posibles escenarios de lo que podría estar ocurriendo, por un lado, el estímulo de las sustancias que aplica a sus pacientes podría hacer que las células tumorales mueran por un fenómeno natural llamado apoptosis, y al mismo tiempo las células madre, que tiene de manera natural el organismo, se estarían transformando a hueso para reparar el daño, o bien, que las células tumorales podrían estarse redirigiendo a hueso.

Es esta última idea la que el Dr. Lara cree más factible debido a que tenemos células madre adultas en todo el cuerpo, y estas células tienen la capacidad de convertirse en muchos tipos distintos de células, y tienen la función de ser un sistema que repara los tejidos del cuerpo cuando se dañan, pero en los últimos años se ha originado la hipótesis de que las células madre también son las iniciadoras de células tumorales benignas y cancerígenas, debido a que por alguna razón desconocida estas células pierden su capacidad de “obedecer” las señales del organismo y comienzan a reproducirse descontroladamente.

Nos comenta el Dr. Lara que la medicina regenerativa es la medicina del futuro, y esta misma idea de redirigir las células tumorales mandibulares podría aplicarse al cáncer, particularmente al de mama que tanto afecta a las mujeres de nuestro Estado, y en el cual nuestro investigador colimense ya tiene planeado dedicar sus esfuerzos próximamente.


El Dr. Jesús Lara es originario de Manzanillo, Colima. Estudió la carrera de medicina en la Universidad de Guadalajara, posteriormente realizó sus estudios de posgrado en la Universidad de Colima, y luego un posdoctorado en uno de los institutos más importantes del mundo, el National Institutes of Health (NIH) de Estados Unidos. Y desde el 2001 trabaja como investigador en nuestra Universidad.

Al Dr. Lara se le nota la pasión por su trabajo; al platicarnos acerca de lo que más disfruta de ser científico con mucho entusiasmo nos contesta: 

Lo que más me gusta es tener la curiosidad por ir más allá de lo que conocemos, de buscar distintas formas de abordar una pregunta

"Además, la emoción de tener en la cabeza muchas ideas de lo que podría estar provocando los fenómenos que observamos en la naturaleza, luego poner a prueba dichas ideas, y si compruebas que estabas en lo correcto, la sensación es indescriptible y muy, muy satisfactoria”. 


Publicado en la edición semanal de El Comentario  
Lunes 23 de marzo de 2015
Número 201, páginas 19 y 19



Fotografías:

1 Cortesía del Dr. Jesús Lara. Se prohibe cualquier uso de esta imágen que no sea la mera consulta y visualización desde este sitio web.

2 María G. Velarde-Aguilar CC BY-NC-ND. Creative Commons, prohibida la reproducción para fines comerciales.


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lunes, 9 de marzo de 2015

¿Extinción masiva en nuestros tiempos?

Por: María G. Velarde Aguilar y Gilda Y. Andrade Michel


La vida como la conocemos hoy en día es el resultado de muchos cambios que han ocurrido desde que el primer ser vivo apareció en la Tierra. Entre estos cambios se encuentra la aparición y desaparición de especies, y se ha calculado que la tasa de extinción natural en condiciones “ideales” es de una especie por cada millón por cada año, seguida de la aparición de especies que de cierta manera reemplazan a las perdidas.

Pero eventualmente ocurren extinciones a gran escala, seguidas de una recuperación lenta conforme las nuevas especies surgen y pueblan de nuevo la Tierra; estas extinciones han sido tan masivas que se estima que el 90% de las especies que han habitado el planeta se encuentran actualmente extintas. Hasta donde sabemos estos eventos ha ocurrido en cinco ocasiones, en las cuales perdimos por ejemplo a los carismáticos dinosaurios, los tigres dientes de sable, mamuts y ammonites.


Tigre de tasmania, especie extinta. Fotografía tomada en el Zoológico Nacional de Washington en 1904.

Sin embargo actualmente estamos viviendo lo que muchos científicos han calificado como la sexta extinción masiva, la cual a diferencia de las otras que ocurrieron debido principalmente a eventos climáticos o geológicos, está directamente relacionada con actividades propias de la especie Homo sapiens, es decir nosotros los humanos; dichas actividades incluyen la degradación del hábitat, sobreexplotación, tráfico ilegal de especies y contaminación.

Esto tiene en el borde de la extinción a uno de cada cuatro mamíferos conocidos, una de cada ocho aves, uno de cada tres anfibios, una de cada tres coníferas y otras gimnospermas. El resto de los organismos no se han analizado exhaustivamente pero se estima que el 40% de las especies del planeta están en peligro, incluyendo talvez el 51% de los reptiles, 52% de insectos y 73% de las plantas con flor.
 
Algunas investigaciones conservadoras estiman que la extinción actual ocurre 100 veces más rápido que la extinción natural, pero otros estudios mencionan que en realidad ocurre al impactante ritmo de 1,000 a 10,000 veces más rápido.

Calcular en número de especies es muy difícil, en parte debido a que no sabemos exactamente cuántas especies existen. Los científicos han identificado unos 1.9 millones, y posiblemente existan otros millones que no han sido descubiertas, entonces si le hacemos caso al estimado más bajo de extinciones actuales (100 veces), estaremos perdiendo entre 200 y 2,000 especies cada año, y si el estimado más alto tiene razón (1,000 veces), entonces se extinguirán entre 10,000 y 100,000 especies anualmente.

Sin importar quién tenga razón en los números, o qué tan exactas sean esas predicciones, lo que no podemos negar es que estamos en medio de una gran crisis de biodiversidad. La humanidad ha sido testigo de la desparición de especies emblemáticas como el dodo (Raphus cuculatus), el lobo de Tasmania (Tylacinus cynocephalus), el pingüino alca gigante (Pinguinus impennis) y la quagga (Equus quagga quagga), y existen otras 17,000 que están en riesgo de tener el mismo destino, de las cuales unas 7,000 son animales y 8,000 son plantas.


Lobo mexicano, especie declarada extinta en la naturaleza. Fotografía tomada en el Zoológico de Aragón, D. F.


En México existen más de 2,600 especies en riesgo, y también tenemos casos de extinciones como la foca monje del Caribe (Monachus tropicalis), el oso pardo (Ursus arctos horribilis), el lobo mexicano (Canis lupus baileyi) y la paloma de la isla del Socorro (Zenaida graysoni).

Ahora mismo existe una muy seria preocupación de perder una especie más dentro de los próximos dos años, se trata de la vaquita marina (Phocoena sinus), una especie de mamífero marino, que habita exclusivamente en el Golfo de California, se calcula que solamente existen 96 individuos y su mayor amenaza es que queda atrapada en redes de pesca, por lo que actualmente existe una iniciativa para utilizar otro tipo de métodos de pesca que no la afecten.

Vaquita marina, especie mexicana en crítico peligro de extinción.    


La desaparición de todas estas especies nos preocupa no solo porque nos privamos de su compañía y belleza, sino porque eso pone en riesgo nuestra propia existencia. Verá usted, todos los seres de este planeta estamos interconectados unos con otros dentro de los ecosistemas, en los cuales todas las especies tenemos nuestro rol y formamos así la red de la vida.

Los humanos le debemos todo a esa red, literalmente todo, el aire que respiramos, el alimento que comemos, los materiales con los que construimos nuestras casas, ropa, libros, computadoras, medicinas. Y otros muchos servicios que ni siquiera podemos imaginar que existan, en especies que no hemos identificado aún, como quizá la esperada cura contra el cáncer y ¿porqué no? quizá también la conservación de la juventud.

Publicado en la edición semanal de El Comentario  
lunes 9 de marzo de 2015 
Número 199, páginas 16-17 

Fuentes:

1. CONABIO, 2012. Disponible en: www.conabio.gob.mx.
2. WWF, 2015. Disponible en: wwf.panda.org.

Fotografías:

1. commons.wikimedia.org
2. bdi.conabio.gob.mx
3. bdi.conabio.gob.mx

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