lunes, 23 de junio de 2014

Los seres “extraños” bajo la lupa de la sociedad

Por Gilda Y. Andrade Michel y María G. Velarde Aguilar


Científicos: ¿seres diferentes?

En la mayoría de los casos, la idea que se ha creado en la sociedad es moldeada por los medios de comunicación, principalmente por la industria cinematográfica, que haciendo uso de uno de los géneros literarios más interesantes, la ciencia ficción, recrea en nuestra mente el estereotipo del científico: un hombrecillo (sí, varón generalmente) delgado, ojeroso, despeinado, con una bata blanca, hablando solamente con tecnicismos, desaliñado, extremadamente inteligente, tanto que no parece mortal, a veces es una figura malévola y en pocas ocasiones gasta su vida en encontrar una cura para alguna enfermedad, a grandes rasgos, esa es la versión de esta industria de palomitas.
La realidad es que los científicos, o investigadores, son personas de este planeta, comunes y corrientes, que viven sus vidas casi tan cotidianamente como todos nosotros, tienen familia, mascotas, bailan, salen a caminar a la playa etc., pero si los conocemos más a profundidad un rasgo característico es que su mente siempre se encuentra preguntándose el porqué de las cosas, investiga, observa similitudes y diferencias de lo que puede apreciar a su alrededor, aún hasta de las cosas más simples.

¿Qué tanto sabemos los mexicanos de ciencia?
Pero, ¿Qué tanto saben las personas acerca de las investigaciones que realizan los científicos? Para conocer la percepción que tienen los mexicanos acerca de varios temas de ciencia, consultamos informes generales donde el SIICYT (Sistema Integrado de información sobre Investigación Científica, Desarrollo Tecnológico e Innovación), hace encuestas sobre diferentes preguntas a sectores de la población por rango de edad, en este caso escogimos a un grupo entre 18 y 29 años.
Las preguntas que más nos llamaron la atención son: ¿Los seres humanos de hoy se desarrollaron a partir de la evolución de otras especies animales? El 26.6% de los encuestados respondió falso, el 66.03%, verdadero y el 7.37% no sabe. A la pregunta ¿Los electrones son más pequeños que los átomos? El 50.41% respondió cierto, el 26.8% respondió falso y el 22.79% no sabía. Para la pregunta, ¿el consumo frecuente de alimentos genéticamente modificados puede ser dañino para la salud?, 41.71% respondieron cierto, 42.89% falso y 7.4% no sabe.

Pero, ¿para qué sirve saber qué piensa la sociedad del trabajo científico?
Entre otras cosas para evaluar el nivel de conocimiento adquirido a partir de eventos o representaciones sociales; las personas construimos una realidad común basándonos en la información que tenemos disponible sobre una cosa, un objeto o un fenómeno, aunque el hecho de desmenuzarlo, repetirlo, construirlo y reconstruirlo, retocarlo para asimilarlo y que forme parte de nuestro marco de referencias, es decir, hacerlo de dominio “familiar”, implica mucho trabajo que muchas veces no es reconocido, por el simple hecho de que nuestro entorno social no se comprende que todo este proceso complejo tiene cierto nivel de dificultad, en otras palabras también tiene su chiste trabajar como científico.

¿Cuál es la verdadera labor de un científico?

Un maestro tiene habilidad para enseñar, para formar ciudadanos ejemplares con educación, un médico puede salvar vidas, un agricultor tiene la capacidad para producir alimentos, asimismo alguien con formación en Ciencias como Física, Química, Matemáticas, Biología, Arqueología, Antropología, Astronomía, tiene como objetivo contribuir a la resolución de los problemas de la sociedad, de su país, del mundo; es una persona sensible de la problemática de su entorno y es visionaria, que siente la necesidad de aclarar cada duda que surge en el proceso del aprendizaje, de la forma en que funciona la naturaleza, el hombre, el entorno… Proveedor de información básica para el conocimiento universal.

En nuestro país existen varios tipos de personas dedicadas a la ciencia, en diferentes disciplinas, pero la cantidad de personas inmersas en la ciencia directamente, es poca comparada con otras profesiones y también con otros países. Para el 2009 México contaba con un total de 25,392 científicos, lo que se traduce en sólo 0.7 investigadores por cada mil personas económicamente activas. Lo cual contrasta con los 48, 781 investigadores con los que cuenta Brasil, los 90, 810 de Canadá y ni qué decir del 1.39 millones que tiene USA y los 1.22 millones en China, sin duda las potencias mundiales saben que el conocimiento es poder.

La ciencia en los tiempos del fútbol

Hablando de los científicos brasileños, el pasado 12 de junio de este año, en el estadio Arena Corinthians de Sao Paulo, Brasil, los científicos (el equipo de trabajo incluye científicos de varios países), quisieron mostrarle al mundo uno de sus avances más importantes: un exoesqueleto que le permitirá a parapléjicos tener movilidad, dicha presentación tuvo una corta duración en la ceremonia inaugural del mundial (hecho que le costó el trabajo al director de cámaras), no se sabe qué fue lo que opacó este momento glorioso para la ciencia, se sospecha que el peso del exoesqueleto y otros factores ambientales que no fueron previstos intervinieron en el evento, pese a todo, el voluntario para usar el exoesqueleto (ex atleta Juliano Pinto que quedó parapléjico por un accidente en 2006 acompañado por el Dr. Miguel Nicolelis líder del proyecto), a un lado de la cancha y con ayuda de dos personas para sostenerse, dio la tan esperada “patada inaugural”. Acontecimientos como este, dan a la sociedad una visión más cercana a la realidad cotidiana del quehacer científico, que se conjugue deporte con ciencia y tecnología en un espacio con una exorbitante audiencia, merece una ovación.


Publicado en la edición semanal de El Comentario  
Lunes 23 de junio de 2014 
Número 168, páginas 16 y 17


Fuentes:

1. Ruiz-Ortiz, B. 2014. Los Científicos desde la ciencia ficción de Hollywood. Revista de la Sociedad Mexicana de las Ciencias.
2. Jara-Guerrero, S. y Torres-Melgoza, J. 2011. Percepción social de la ciencia: ¿utopía o distopía?. Revista iberoamericana de ciencia y tecnología. 6 (17): 57-76. 
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